Juan Carlos Díaz Lorenzo. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Santiago de Compostela.

Durante la etapa del Mando Económico de Canarias se abandonó el lenguaje racionalista y la estética se dirigió hacia el denominado “estilo neocanario”, que supone un “revival” de la arquitectura vernácula, “aunque interpretado con una gran dosis de falsa nostalgia histórica”[1]. Esta recuperación de la arquitectura tradicional quizá fue propiciada por la actividad revisionista de las Escuelas de Arquitectura de Madrid y Barcelona, preocupadas  por ofrecer alternativas a la arquitectura del momento.

No obstante, los arquitectos que trabajaron para el nuevo régimen fueron los mismos que habían elaborado diversos proyectos racionalistas. A ellos se agregaron Enrique Rumeu de Armas y Tomás Machado Méndez Fernández de Lugo, que iniciaron su labor profesional una vez terminada la guerra. Además, el pintor Néstor Martín Fernández de la Torre, indagando sobre variados aspectos de las costumbres y características de las islas, impulsó el nuevo lenguaje. Así lo articuló, por ejemplo, en los bocetos preparatorios para el Pueblo Canario en Las Palmas, proyecto llevado a cabo –al igual que el Hotel Santa Catalina, situado en el nuevo marco- por su hermano, el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre.

Panorámica aérea de la fachada marítima de Santa Cruz de Tenerife

En este período se adaptaron diversos lenguajes arquitectónicos cada uno de ellos con su evidente lectura específica, aunque todos tenían como denominador común la recuperación de códigos que se desarrollaron  durante etapas históricas consideradas poco esplendorosas. Así, para las construcciones oficiales se evocó el “estilo escurialense”. Los mejores exponentes son la Universidad de La Laguna, el Colegio Mayor San Fernando y el Seminario Diocesano de Las Palmas.

Sin embargo, la labor fundamental del Mando Económico en la actividad edilicia fue la construcción de viviendas suburbanas sufragadas por aquellos impuestos  (barriada García Escámez en Santa Cruz de Tenerife, barriada del General Franco en Las Palmas) y dotar a la ciudad de una nueva imagen que constituye un fiel escapare del régimen franquista. En este sentido, el Monumento a los Caídos, en Santa Cruz de Tenerife, expresa los ideales del nacional-catolicismo.

Fachada del hotel Santa Catalina, en Las Palmas

El Mando Económico también abordó la realización de hoteles y paradores de turismo con el objetivo de planear una infraestructura para la recepción de visitantes, sobre todo extranjeros. Son hoteles dotados de un gran ambiente de lujo y quizás demasiado arrogantes para las necesidades de aquella época. El hotel Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria y los paradores de Turismo de La Palma, Fuerteventura y Tejeda, reflejan al tiempo los ideales estéticos del nuevo régimen.

Los mercados de abastos (Nuestra Señora de África, en Santa Cruz de Tenerife) y los edificios sanitarios (Instituto Provincial de Sanidad, en Las Palmas; Hospital Insular de Arrecife y varios edificios para la Cruz Roja) completan las distintas tipologías arquitectónicas emprendidas por el Mando Económico.

De estos edificios merecen especial atención:

Mercado Nuestra Señora de África

La fachada principal ocupa el lado menor del trapecio de la planta y se caracteriza por un gran acceso central enmarcado en un arco de medio punto, sobrepuesto por el escudo de la ciudad y por una torre campanario, todo ello acotado entre torres en cuyos remates aparecen los elementos definitorios del nuevo lenguaje. En el interior, Marrero proyectó tres patios comunicados por galerías cubiertas apoyadas  arcadas.

Lo más relevante del edificio es su emplazamiento, ya que el situarse en los inicios de la ampliación urbana se lograba completar la lectura de este sector de la ciudad descrita por la alineación de la calle Norte (Valentín Sanz), puente Serrador (escoltado por los leones que recuerdan la empresa del general Serrador en la sierra de Alto de los Leones, en Madrid) y el nuevo mercado como punto de fuga monumental.

Fachada del mercado «Nuestra Señora de África»

La realización de un nuevo mercado era una idea acariciada por el Ayuntamiento desde hacía bastantes años, pero siempre se había visto frenada por el elevado costo. Será el Mando Económico de Canarias quien, gracias a la donación de 1,5 millones de pesetas, lograra la construcción de este nuevo edificio, poniendo para ello dos condiciones: Las obras debían ejecutarse en seis meses y debían contar con un representante del Mando Económico, encargado de inspeccionar la ejecución.

El proyecto y dirección corrió a cargo de Marrero Regalado, quien, tal como se pretendía, trazó un edificio impactante en su configuración. La gran superficie ocupada de cinco mil metros cuadrados, mitigaba el impacto volumétrico, escalonando en profundidad los planos del conjunto, a partir de la fachada. Como gran parte de las obras del Mando Económico, Entrecanales será la compañía responsable de los trabajos. Con ella se firmó, en octubre de 1942, el contrato correspondiente. Las obras estaban casi finalizadas en noviembre de 1943, fecha en la que se hizo la recepción oficial, aunque después se prolongará hasta enero del año siguiente para rematar aquellos elementos que estaban fuera de las obligaciones de la contrata[2].

Acceso principal. Es un espacio muy concurrido de la capital tinerfeña

Recibió dicha denominación en “honor” a la onomástica de la esposa del general Ricardo Serrador Santés. Las obras fueron realizadas por el arquitecto municipal Enrique Rumeu. El edificio fue concebido como una versión del Pueblo Canario, evocando al Pueblo Español de Montjuich, realizado con motivo de la Exposición Universal de 1929 celebrada en Barcelona.

La fachada principal ocupa el lado menor del trapecio de la planta y se caracteriza por un gran acceso central enmarcado en un arco de medio punto, sobrepuesto por el escudo de la ciudad y por una torre campanario, todo ello acotado entre torres en cuyos remates aparecen los elementos definitorios del nuevo lenguaje. En el interior, Marrero proyectó tres patios comunicados por galerías cubiertas apoyadas en arcadas.

Torre del mercado de «Nuestra Señora de África»

El puente Serrador es el resultado de un paso importante sobre el cauce del barranco de Santos. Viene a unirse a los del Cabo, Zurita y Galcerán en su función de salvar el principal escollo orográfico de la ciudad, uniendo las dos vertientes para formar una nueva trama urbana. La obra del citado puente está íntimamente ligada al proyecto del mercado de Nuestra Señora de África, a su promotor y al arquitecto José Enrique Marrero Regalado.

El puente Serrador, reforzado en 2004, en su estado actual

El emplazamiento del puente se sitúa como el comienzo de la ampliación urbana de la ciudad al otro extremo del barranco y como prolongación de la calle del Norte para conectar directamente con el nuevo mercado a construir. Las obras se iniciaron en 1942 y finalizaron en 1946. Aunque el arquitecto Marrero Regalado fue el creador de la obra, la dirección de la misma no estuvo en sus manos, siendo que el encargado fue Rumeu de Armas, en calidad de arquitecto municipal, ayudado en los primeros momentos por otro arquitecto, José Blasco. En 2004 ha sido reforzado y reformado.

Hotel Santa Catalina

Fue realizado por el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre. Para ello acopló la planta de un edificio de madera que se encontraba en el mismo lugar. Como en el caso anterior, se recurre a los elementos “tópicos” de la arquitectura vernácula, interpretados de manera muy arbitraria y descontextualizados del medio.

El hotel Santa Catalina es un referente de la ciudad de Las Palmas

Está enclavado en una zona de gran significación espacial ya que en realidad el hotel constituye una prolongación del denominado Pueblo Canario, cuyos bocetos preparó su hermano, el pintor Néstor Martín. Además, en este marco se proyectó un Monumento a los Caídos, como réplica al levantado en Santa Cruz de Tenerife[3]. 

Hotel Mencey

El proyecto realizado por el arquitecto Enrique Rumeu fue elegido en un concurso público celebrado en 1945. La idea de Rumeu consistió en integrar el vasto edificio neocanario en el conjunto residencial de las Ramblas. Se trata de un edificio de cinco plantas en donde se combinan los elementos clasicistas con los neocanarios, es por tanto ecléctico. Es uno de los emblemas de la ciudad y el hotel de mayor prestigio desde su inauguración.

El edificio original, de planta básica cuadrada en torno a patio central, presenta hacia la rambla un volumen de dos plantas a modo de basamento, con galería en el segundo nivel y en la parte superior una terraza perimetral. En su parte posterior es un volumen rectangular compacto de cuatro plantas. Todo el conjunto se articula por medio de terrazas y torres superpuestas.

El Hotel Mencey, recién terminado (1950)

Es un conjunto muy bien logrado de Enrique Rumeu

Hall principal del hotel Mencey

Vista del edificio desde los jardines

Hotel Mencey. Ejemplo de la recreación del neocanario

Los techos son de tejas a dos aguas. Las fachadas tienen composición simétrica, todas con vanos rectangulares alineados según ejes verticales, salvo los del primer nivel que son arcos de medio punto formando la galería.

En una primera ampliación el edificio original se aumenta a cuatro plantas; luego se adosa volumen lateral: un basamento con terraza delantera sobre la rambla y un edificio compuesto por un ala curva, no catalogado en las plantas superiores. Los jardines tienen gran importancia en relación al edificio, sobre todo el central con forma elíptica. Con la ampliación del ala norte, en los años sesenta, se aumentó también el jardín.

Monumento a los Caídos

Sin duda alguna es el conjunto arquitectónico de mayor impacto de la posguerra y donde se concentran y descifran todas las referencias al nuevo régimen. Está situado en el centro de la Plaza de España, histórico corazón urbano donde estuvo asentado el antiguo castillo de San Cristóbal. Tras finalizar la guerra civil española, en 1944, durante la época del Mando Económico, el capitán general García-Escámez apoya la idea de levantar un monumento en el centro de la plaza que rindiera homenaje a los caídos por la patria durante el conflicto bélico.

Para la elaboración del proyecto se convocó un concurso de carácter nacional que debería elegir un proyecto ganador para su posterior realización. Se adjudicó el primer premio a la propuesta presentada por el arquitecto Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo. Los trabajos comenzaron de forma inmediata prolongándose hasta el año 1946, siendo inaugurado todo el conjunto el 19 de febrero de 1947.

Vista aérea de la Plaza de España de Santa Cruz de Tenerife

El lenguaje empleado para la elaboración de este monumento está muy ligado a la ideología de los vencedores de la guerra civil española, siendo la obra un emblema de la época del Mando Económico. Toda la labor escultórica se define por la preferencia de lo corpulento y lo macizo, acogiéndose a cánones clásicos.

El conjunto conmemorativo está definido por una solución de círculos concéntricos en cuya base se encuentra una plaza, un acceso escalonado por el que se accede a la terraza, donde se encuentra la torre central con la cruz adosada, y dos columnatas semicirculares que abrazan a todo el entramado. Al monumento se agregan una serie de esculturas y relieves, sobre todo en la fachada principal y simbólica del conjunto, que son necesarias analizarlas para ofrecer una lectura más veraz.

Al fondo de la imagen vemos el edificio del Cabildo Insular

La fachada está custodiada por dos soldados que se apoyan en espadas-cruces. En la base del monumento, una fuente cobija a una nave de la que emerge la figura alegórica de la Victoria que porta en el brazo izquierdo, dirigido hacia atrás, un haz de espigas que se conecta con un relieve en el que aparecen unos indígenas con frutos naturales, aludiendo a la aportación de la población civil a la Cruzada de la Liberación, que es como el bando sublevado denominó su acción militar.

En el brazo derecho, también tendido hacia atrás, lleva una espada dirigida hacia un panel de relieves que representa a soldados de los tres ejércitos, expresando en este caso la contribución militar de Canarias a la guerra civil. Todo ello se completa por otro grupo escultórico que representa a una matrona (La Patria) que señala hacia el mar y una imagen masculina (el Caído) que indica el lugar hacia donde partieron “los cruzados”.

El escultor Alonso Reyes Barroso talló en piedra La Victoria y la nave, mientras que Enrique Cejas Zaldívar moldeó en bronce las figuras alegóricas al valor militar y civil, los paneles y las figuras que aluden a La Patria y al Caído. Al acto de inauguración, celebrado el 19 de febrero de 1947, asistió Luis Carrero Blanco en representación del jefe del Estado.

Detalle del conjunto arquitectónico de la Plaza de España

La exaltación a la empresa franquista se complementa con el monumento diseñado por Juan de Ávalos, en la intersección de la Avenida de Anaga y las ramblas, que convirtió en arcángel, en providencia divina, el avión que trasladó a Franco desde Canarias a Tetuán tras el estallido de la guerra civil.

El Mando Económico repartió su intervención de forma desigual entre las islas del archipiélago, constituyendo, sin duda, una versión regionalista de la arquitectura de la autarquía. Con ello logró la gestación de una estética, el neocanario, que entendido como fenómeno cultural tuvo aceptación y dejaría su huella en el tiempo[4].

Los técnicos que trabajaron a las órdenes de este singular comitente mantuvieron viva la llama del regionalismo. En el listado de sus arquitectos predilectos encontramos a Miguel Martín Fernández de la Torre, José Enrique Marrero Regalado, Fermín Suárez Valido, Domingo Pisaca y Burgada, Antonio Cardona Aragón, Enrique Ruméu de Armas y Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo.

Barriada García-Escámez

El 28 de noviembre de 1944 se aprueba el anteproyecto de construcción de este barrio. Fue auspiciada por el mando Económico y se construye siguiendo pautas regionalistas. Esta idea fue desarrollada por el arquitecto Enrique Rumeu de Armas el cual, elaboró un gran proyecto constructivo a las afueras de la ciudad con el objetivo de crear una estructura de nuevo barrio que diera acogida a la nueva población que llegaba a la ciudad después de la guerra civil.

La nueva concepción urbanística se pretendía tuviera una cierta autonomía respecto al centro de Santa Cruz, pues se trataría de la creación de una pequeña ciudad algo alejada y para funcionara era evidente que habría que dotar a la nueva barriada de los servicios mínimos que las ciudades requerían, dentro de los cuales estaría la elaboración de un mercado de abastos.

La nueva zona surge entre las montañas de Taco y Ofra en un terreno con pendiente hacia el sur, aprovechando este desnivel para crear un escalonamiento de las construcciones que se concentraron en tres grandes grupos, ubicándose el mercado, junto a otros servicios de interés (iglesia, casa parroquial, grupo escolar, etc.), en la zona central[5].

Inauguración de la barriada García-Escámez en Santa Cruz de Tenerife

La obra fue concluida en 1946, configurándose como un ambicioso proyecto planeado por el Mando Económico de Canarias para paliar las dificultades de viviendas y de mano de obra tras la contienda civil.

Conjunto residencial que se desarrolla aprovechando el escalonamiento del terreno y los accesos que ofrece, y cuenta con aproximadamente 200 unidades. El estilo arquitectónico que le caracteriza es el neocanario. Se estructura en tres núcleos ocupando el espacio central la zona significativa: iglesia, casa, parroquia, colegio, viviendas y mercado. Flanqueando esta zona se dispusieron viviendas con modelos diferentes. A todo ello se suman las zonas ajardinadas y la rambla. Uno de los accesos viales está enmarcado por un arco.

Arco de la barriada General García-Escámez

Las viviendas se desarrollan en tres tipologías distintas. La primera (tipo A) se presenta en forma de bloques de planta rectangular de dos plantas, conformando patio posterior al cual se accede por un pasillo que atraviesa el bloque. La fachada se compone por arcos en los pasillos y elementos de la arquitectura tradicional: balcones de madera, cubiertas y aleros de tejas. En algunos sectores la planta baja, comercial se presenta con una galería porticada.

Barriada García-Escámez. Vivienda tipo A

Barriada García-Escámez. Vivienda tipo B

Barriada García-Escámez. Vivienda tipo C

La segunda tipología (tipo B) es de viviendas de dos plantas adosadas, formando hileras, con jardín delantero y cubiertas a dos aguas con teja cerámica. En fachada presentan balcones de madera, pareados, con cubierta apoyada en pies derechos. La tercera tipología (tipo C) también se desarrolla con viviendas pareadas formando hilera. En fachada volúmenes salientes con cubierta a dos aguas de teja, formando un frontón triangular y bajo estos balcones abiertos de madera. Escalinatas de acceso a pórticos con arco pleno, en volúmenes salientes cubierto de tejas. Como elementos de interés presenta rambla, Iglesia, plaza y arco de entrada.

Barriada García-Escámez. Mercado suburbano

Barriada García-Escámez. Iglesia parroquial

La idea del mercado en la barriada García-Escámez fue desarrollada por el arquitecto Enrique Rumeu de Armas. En 1944 elaboró un gran proyecto constructivo a las afueras de la ciudad con el objetivo de crear una estructura de nuevo barrio que diera acogida a la nueva población que llegaba a la ciudad después de la guerra civil.

La nueva concepción urbanística se pretendía tuviera una cierta autonomía respecto al centro de Santa Cruz de Tenerife, pues se trataría de la creación de una pequeña ciudad algo alejada y para que funcionara era evidente que habría que dotarla de los servicios necesarios, entre ellos un mercado de abastos.

Fotos: Archivos de Fernando Ezquerro Barrera, Miguel Bravo y Juan Carlos Díaz Lorenzo


[1] Galante Gómez, Francisco. Historia crítico-descriptiva de la arquitectura en Canarias. La Laguna, 1987.

[2] Darias Príncipe, Alberto. Santa Cruz de Tenerife. Ciudad, arquitectura y memoria histórica (1500-1981). Santa Cruz de Tenerife, 2004.

[3] Galante Gómez, F. Op. cit.

[4] Galante Gómez, F. Op. cit. También Darias Príncipe, A., op. cit.

[5] Navarro Segura, María Isabel. Arquitectura del Mando Económico en Canarias (1941-46). La posguerra en el Archipiélago. ACT. Cabildo Insular de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1982.

Juan Carlos Díaz Lorenzo. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Santiago de Compostela

El Mando Económico de Canarias constituye la manifestación más destacada del período que se conoce como autarquía del franquismo, en una época de vacas flacas y penurias de todo tipo, que se agudizó especialmente a partir de 1941, en plena guerra mundial y apenas dos años después del final de la guerra civil española.

“El Gobierno –dice la memoria de creación del citado organismo-, atento a los problemas nacionales y a la vista de las posibles complicaciones que la contienda mundial pudiera originar, tomando en consideración el aislamiento y la lejanía del Archipiélago Canario, consideró necesario reunir de la mano del Capitán General la dirección de su Economía, al igual que el mando de todas las fuerzas de los tres Ejércitos de Tierra, Mar y Aire”. De acuerdo con esta decisión, el Mando Económico de Canarias se creó mediante decreto presidencial de 5 de agosto de 1941, que firmó el Jefe del Estado el 25 de septiembre siguiente.

“Esta medida de previsión (…) consistente en centralizar en una sola persona todos los resortes de mando, vida y ordenación económica de una región tan aislada del territorio nacional, sólo fue anticipo y organización hecha en la calma de la paz de lo que, de todas formas y por imperio de la necesidad, se hubiera realizado por sí sólo en el caso de que España se hubiese visto obligada a tomar parte en la guerra, ya que, durante ella, la suerte de los países muchas veces se jugaba por agentes externos a sus propios deseos y conveniencias”.

A Serrador le correspondió asumir la etapa inicial del Mando Económico, aunque falleció en la capital tinerfeña el 23 de enero de 1943. El 4 de marzo siguiente fue nombrado el entonces general de división Francisco García-Escámez e Iniesta, que llegó el 26 de marzo al puerto de Santa Cruz de Tenerife, procedente de Sevilla y Las Palmas, siendo recibido en el muelle Sur por un inmenso gentío y en la tarde de ese mismo día tomó posesión de su nuevo cargo.

Busto del capitán general García-Escámez en Fuencaliente de La Palma

Para llevar adelante su misión, el capitán general nombró delegados del Mando Económico y de Abastecimientos en las dos islas mayores y subdelegados en las islas menores. En todas las decisiones tomadas por el Mando Económico, que fueron muchas en el período de vigencia comprendido entre 1941 y 1946, se consideraron las necesidades más diversas y la política de abastecimiento, facilitando en lo posible el autoabastecimiento de papas, cereales y otros alimentos básicos.

La pérdida temporal del régimen histórico de Puertos Francos se trató de compensar con una política de precios, estimulando la competencia comercial y poniendo topes a los artículos de primera necesidad. Se creó un “consorcio de almacenistas” para la intervención de los artículos básicos, reglamentando su distribución y su circulación, siendo responsable del almacenamiento, mermas y averías. También se lograron cupos especiales para el abastecimiento de tejidos procedentes de la Península.

En el transporte y debido a los problemas de repuestos y combustibles, con un parque móvil anticuado, se organizaron secciones de camiones que abastecían a los pueblos y cargaban los plátanos y los tomates para su descarga en el puerto, permitiendo así su exportación. Asimismo se organizó un taller de reparación y recauchutado de cubiertas, autorizando la importación de las materias primas necesarias.

El Mando Económico se interesó por la industria tabaquera, prestó especial atención a los agricultores y permitió algunas importaciones para el mantenimiento de la actividad. También impulsó la industria de conservas de pescado y salazones, buscando posibles mercados y proporcionando materia básica para la fabricación de los envases.

En cuanto a política social, y con el objetivo de amortiguar los efectos del paro, que entonces tenía un fuerte impacto en las islas, se acometieron diversas obras de interés general, como algunas carreteras, caminos vecinales, puentes, viviendas, barriadas para obreros, talleres de formación, escuelas y casas para maestros, obras religiosas, obras sanitarias y de beneficencia (sanatorios, hospitales, leproserías, jardines de infancia), muelles, embarcaderos, presas, canales, depósitos, embalses, conducciones, perforación de galerías de agua, suministro eléctrico, cooperativa vinícola, hoteles y un mercado[1].

Cooperativa Vinícola de Fuencaliente, obra del Mando Económico

En los años de la posguerra española, la enseñanza estaba en una situación muy deficiente, ya que en la mayoría de los pueblos y, sobre todo, en las dos capitales, faltaban escuelas y muchas de las que entonces existían carecían de condiciones higiénicas y pedagógicas.

Como, además, las corporaciones insulares y locales carecían de los medios económicos para afrontar estas necesidades, el Mando Económico contribuyó a la solución del problema planificando la construcción de modernos grupos escolares y adquirió otros edificios para su reforma y transformación en escuelas públicas en aquellos pueblos  en los que por su población escolar, no precisaban de la construcción de un grupo nuevo. Asimismo, el Mando Económico adquirió los terrenos para la construcción de la nueva sede de la Universidad de La Laguna y organizó centros culturales en barriadas obreras, dotados de bibliotecas, entre otras muchas actuaciones.

Gestión del fondo social

La gestión del fondo social se realizó mediante la aplicación de una serie de impuestos, que se resume en los siguientes aspectos:

– Redondeo centesimal (al alza a 0 ó 5) de todos los artículos del racionamiento.

– Diferencia entre el precio que el Mando Económico compraba el café y el de venta al público (12 ptas/kg.)

– Impuesto de 3 ptas. por kg. de tabaco importado.

– Impuesto de 0,50 ptas. por litro de alcohol importado.

– Impuesto en los combustibles líquidos, que varió entre 0,02 y 0,15 ptas. por litro.

– Impuesto de 1,15 ptas. por litro de gasolina para coches de turismo particulares.

En total se recaudaron más de 80 millones de pesetas[2], que se invirtieron oficialmente de la siguiente forma:

– Barriadas obreras (728 viviendas): 22.820.204,14 ptas

– Obras sanitarias y de beneficencia : 6.854.912,16 ptas

– Obras de enseñanza: 7.840.975,33 ptas

– Obras públicas: 7.160.423,83 ptas

– Obras hidráulicas y enarenados: 10.218.775,83 ptas

– Mercados: 4.976.010,66 ptas

– Suministro de energía eléctrica: 2.857.881,36 ptas

– Hoteles: 13.904.166,91 ptas

– Obras religiosas y cementerios: 3.379.862,77 ptas

– Monumento a los Caídos: 1.732.280,00 ptas

– Cooperativa Vinícola de Fuencaliente: 1.675.462,02 ptas

– Otras actividades: 1.304.405,79 ptas

Total: 84.725.360,80 ptas

Del Mando Económico dependía también la Comisaría de Abastecimientos y Transportes (CAT), organismo encargado de coordinar y aplicar la política de abastos y racionamiento que se adoptó durante la autarquía. En su primera fase, de 1939 a 1941, estuvo bajo el control directo de las comandancias militares. La promulgación de la ley de 29 de junio de 1941 estructuró la citada CAT, cuyas funciones estaban encaminadas a obtener y adquirir los recursos para el abastecimiento de la población.

La nueva ley favorecía las operaciones de intervención y articulaba toda la red de abastecimientos en la producción, elaboración, almacenamiento y venta de los productos, correspondiéndole la fijación de los diferentes tipos de racionamiento, tasación de precios, posibilidad de elementos sustitutivos a complementos de alimentación, propuestas periódicas de importaciones y exportaciones para suplir los problemas de abastecimiento o la centralización de las estadísticas de recursos de consumo.

La Comisaría de Abastecimientos y Transportes intervenía en todas las fases del ciclo de la distribución, desde la obtención de recursos mediante entregas o ventas obligatorias hasta el reparto por zonas geográficas y las cantidades que le correspondían a las familias por medio de las célebres cartillas de racionamiento, tipificadas con unas características complejas y susceptibles de modificaciones, según las circunstancias.

En Canarias, entre 1939 y 1946, el control y la política de la CAT correspondió a la fase institucional conocida como la “militarización” de la economía regional y a partir de entonces pasó a los respectivos Gobiernos Civiles y delegaciones de Comercio, correspondiendo su aplicación a las delegaciones provinciales de Abastecimiento y Transportes.

En diciembre de 1936, un bando de las Juntas Provinciales de Economía detallaba cuáles eran los artículos de primera necesidad, incluyendo los clásicos alimenticios, así como el gofio y otros como la paja para pienso y los productos energéticos. En Canarias, y puesto que la mayoría de los bienes tradicionalmente provenían del exterior, se articuló un complejo sistema de cupos y la concesión de divisas e incluso contemplaba el sistema para aprovechar estadías excepcionales de mercancías en los puertos, lo que justificó la intervención, por ejemplo, de cargamentos de grano procedentes de Argentina para otros destinos.

Las cartillas de racionamiento se aplicaron en Canarias a principios de septiembre de 1939 para aceite y azúcar, ampliándose, en lo sucesivo, a otros artículos, como arroz, jabón, carbón y gasolina, fijándose criterios de reparto familiar en función del tamaño de la población en la que se residía, el nivel de ingresos de la unidad familiar, el número de miembros y, excepcionalmente, se llegó a valorar el grado de dureza del trabajo de los miembros.

La complejidad en el funcionamiento de los abastos provocó frecuentes variaciones en los cupos de reparto. Los desajustes entre las islas estaban producidos no sólo por la propia coyuntura de las producciones, sino por su dependencia de factores como la regularidad de los suministros portuarios, lo que favoreció el desarrollo del cambullón[3].

Foto: Juan Carlos Díaz Lorenzo


[1] Navarro Segura, María Isabel. Arquitectura del Mando Económico en Canarias (1941-46). La posguerra en el Archipiélago. ACT. Cabildo Insular de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1982.

[2] Una peseta del período 1941-1945 correspondía a 94,75 pesetas del año 2002, cuando desapareció esta moneda y fue sustituida por el euro. Mediante ese cálculo, el total superó los ocho mil millones de pesetas, de los que casi la mitad se pagaron en jornales.

[3] Rodríguez Martín, José Ángel. Comisaría de Abastecimientos y Transportes. En Gran Enciclopedia Canaria. Tomo IV. Ediciones Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1994.